En un giro alarmante de los acontecimientos, el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) ha confirmado que el reactor de agua pesada de Arak, en Irán, ha sufrido daños significativos. Esta noticia se da en medio de una nueva serie de bombardeos israelíes que comenzaron el 13 de junio y han avivado las llamas del conflicto en Oriente Próximo.
Lo que inicialmente parecía ser solo un golpe a la planta de producción cercana ahora se ha convertido en algo más serio. Según el comunicado del OIEA, varios edificios clave dentro de la instalación resultaron dañados, incluyendo la unidad de destilación. Afortunadamente, el organismo ha asegurado que dado que el reactor no estaba operativo ni contenía material nuclear, no hay riesgos radiológicos inminentes. Sin embargo, eso no significa que debamos quedarnos tranquilos.
La inquietante realidad detrás del conflicto
Rafael Grossi, director del OIEA, ha dejado claro que aunque hasta ahora no hemos tenido incidentes radiológicos graves por estos ataques, hay un riesgo latente. “Hay mucho material nuclear disperso en Irán”, advierte Grossi. Esto plantea una preocupación válida: cualquier accidente podría tener consecuencias devastadoras.
A medida que las tensiones aumentan y los bombardeos continúan, ya se han reportado más de 224 muertos y miles de heridos en Irán desde el inicio del ataque. En Israel también se cuentan al menos 24 vidas perdidas debido a represalias iraníes. La situación es crítica y está lejos de mejorar.
Y como si esto fuera poco, todo ocurre justo antes de unas negociaciones cruciales entre Estados Unidos e Irán sobre su programa nuclear. Estas conversaciones estaban programadas para llevarse a cabo el 15 de junio en Omán pero fueron canceladas debido a la escalada violenta.