El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) ha dejado claro este martes que las imágenes por satélite de la central nuclear iraní de Natanz, tras los recientes ataques israelíes, muestran «impactos directos» en las instalaciones subterráneas donde se realiza el enriquecimiento de uranio. Y no solo eso; ya se habían detectado daños en la parte superior de esta planta. Natanz es el corazón del programa nuclear iraní, y si bien el lunes el director general del OIEA, Rafael Grossi, había mencionado que estas salas parecían «muy dañadas o destruidas», hoy suena aún más preocupante.
Una amenaza inminente para todos
En esta central hay alrededor de 15.000 centrifugadoras, esas frágiles herramientas que elevan el nivel de pureza del material radiactivo. La comunidad internacional observa con recelo cómo la situación se deteriora rápidamente. Desde que comenzó esta escalada militar, el OIEA ha estado preparado para actuar ante cualquier emergencia en un plazo máximo de una hora. Grossi no dudó en pedir a todas las partes implicadas que mantuvieran la calma.
Sin embargo, lo más inquietante es que Grossi también adelantó sobre una posible «contaminación radiológica y química» dentro de la planta misma, derivada de isótopos de uranio dispersos que podrían resultar peligrosos si entran en contacto con personas o agua. Pero ojo: esto podría controlarse con los equipos adecuados.
No podemos ignorar que toda esta situación pone en riesgo vidas humanas y el medio ambiente. Además, frena ese diálogo tan necesario para garantizar que Irán no desarrolle un arma nuclear a largo plazo. En este escenario complicado y tenso, ¿qué nos espera? Cada día se siente más urgente buscar soluciones pacíficas antes de que sea demasiado tarde.