En la madrugada del 13 de junio, el cielo sobre Teherán se iluminó con el destello de los bombardeos. Docenas de cazas israelíes lanzaron ataques aéreos dirigidos a varios «objetivos militares» en Irán, marcando el inicio de lo que el Gobierno israelí ha denominado un «ataque preventivo» contra el programa nuclear iraní. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) no se anduvieron con rodeos; afirmaron que este movimiento era necesario para salvaguardar la seguridad nacional.
A medida que las bombas caían, la población de Teherán recibió una orden urgente: suspender toda actividad no esencial. La ciudad, normalmente bulliciosa y llena de vida, quedó sumida en una tensión palpable. Según informes, muchos de los ataques se dirigieron a áreas residenciales, lo que encendió aún más las alarmas y llevó a activar el sistema de defensa aérea iraní. La agencia de noticias Mehr no tardó en informar sobre esta intrusión en su espacio aéreo.
La incertidumbre crece
En medio de este caos, surgen preguntas inquietantes. ¿Hasta dónde llegarán estos enfrentamientos? A medida que los ecos de las explosiones resuenan por las calles de Teherán, la comunidad internacional observa con preocupación. Este acto no solo profundiza la brecha entre ambos países; también lanza una sombra sobre toda la región.