En una carta que ha resonado más allá de las fronteras palestinas, el presidente Mahmud Abbas ha tomado la palabra para abordar un tema crucial: el futuro de Gaza. Su mensaje es claro y directo: Hamás debe desarmarse. Pero esto no es solo una cuestión de palabras; se trata de una llamada a la acción que busca, sobre todo, proteger al pueblo palestino.
Abbas está convencido de que el Estado de Palestina está listo para asumir las riendas del gobierno y la seguridad en Gaza. En su misiva enviada a Francia y Arabia Saudí, subraya que este cambio necesita el respaldo árabe e internacional. “No podemos seguir así”, dice con firmeza. Para él, la solución pasa por desplegar tropas internacionales que actúen como garantes de paz y estabilidad.
Un futuro compartido y elecciones inminentes
El líder palestino también ha dejado claro que no solo se trata de acabar con el control militar, sino de avanzar hacia un acuerdo duradero. “Estamos listos para unas elecciones en un año”, asegura, recordando que estas serán inclusivas y bajo supervisión internacional. Un paso necesario tras años sin votar.
Abbas hace hincapié en su compromiso por terminar con la ocupación israelí y construir un Estado soberano. A pesar de los retos enormes que enfrenta, señala avances significativos en reformas internas: desde mejorar la gobernanza hasta asegurar una mayor participación ciudadana. Sin embargo, reconoce las críticas a su gestión; pero insiste en que la voluntad política está ahí.
No obstante, su visión tiene condiciones claras: Hamás debe liberar a todos los rehenes inmediatamente y renunciar a cualquier forma armada para poder participar en este nuevo marco político. Es evidente que Abbas busca dar un giro completo al conflicto; quiere dejar atrás la división entre Gaza y Cisjordania.
La respuesta del Elíseo no se ha hecho esperar. Celebran esta carta como un paso hacia adelante hacia una solución real basada en dos Estados. Ahora queda esperar si estas intenciones se traducirán finalmente en acciones concretas o si quedarán atrapadas en el laberinto político habitual.