MADRID, 3 de junio. El empresario Johnnie Moore, un evangélico con estrechos lazos al expresidente estadounidense Donald Trump, ha sido nombrado como el nuevo presidente de la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF). Esta fundación, respaldada por Israel y Estados Unidos, se encarga de gestionar la distribución de ayuda humanitaria en una región que tanto lo necesita.
Moore llega con grandes promesas. En sus propias palabras, “servir al pueblo de Gaza con dignidad y compasión debe ser la máxima prioridad”. Pero su camino no está exento de controversia. Su predecesor, Jake Wood, dimitió tras alegar que era imposible seguir adelante con el proyecto sin sacrificar los principios humanitarios básicos: humanidad, neutralidad e independencia. Es decir, se encontró entre la espada y la pared.
Críticas a la gestión humanitaria
No es solo una cuestión interna; las críticas hacia GHF han llovido desde distintos frentes. Naciones Unidas y otras organizaciones humanitarias han cuestionado abiertamente su método de trabajo, acusándola de no respetar las normas internacionales de neutralidad en la entrega de ayuda. La presencia del Ejército israelí y seguridad privada durante estas entregas ha dejado a muchos preguntándose si realmente se trata de un esfuerzo humanitario o si hay algo más detrás.
Además, Moore no ha tenido reparos en señalar al secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, acusándolo de difundir “mentiras” sobre las muertes civiles durante el reparto de ayuda. A lo que Guterres respondió: “es inaceptable que los palestinos arriesguen sus vidas para obtener comida”. Un claro recordatorio de que las acciones tienen consecuencias y que todos deben rendir cuentas.
En medio del caos y las tensiones políticas, lo cierto es que muchos esperan ver si este nuevo liderazgo realmente logrará mejorar la situación en Gaza o si será solo otro intento fallido en un mar lleno de contradicciones y desafíos constantes.