El pasado martes, Corea del Sur vivió un día histórico. La participación en las elecciones presidenciales superó el 70%, algo que no se veía en casi dos décadas. En total, alrededor de 32 millones de ciudadanos hicieron frente a la crisis política y se acercaron a las urnas para elegir un nuevo rumbo tras la tumultuosa situación que dejó la aprobación de la ley marcial en diciembre.
Una jornada electoral sin mujeres candidatas
Apenas diez horas después de abrirse los centros electorales, la Comisión Nacional Electoral (NEC) anunciaba con orgullo que el 71,5% de los 44,3 millones de electores ya había ejercido su derecho al voto. Un dato que incluye también a quienes optaron por votar anticipadamente. Sin embargo, este año el panorama es sombrío: por primera vez en casi 20 años no hay mujeres aspirando a la presidencia.
Para muchos surcoreanos, esta elección es vista como una oportunidad crucial para romper el estancamiento institucional que ha caracterizado al país últimamente. Con un Parlamento controlado por la oposición y una presidencia enfrentada, la incertidumbre ha ido creciendo. Inés Arco, investigadora del CIDOB especializada en Asia Oriental y política china, expresa esta preocupación: «Las dinámicas de bloqueo han llevado a una crisis política e identitaria… Corea del Sur está perdiendo credibilidad internacionalmente».
A medida que avanzan los conteos y las opiniones se multiplican sobre cómo manejar cuestiones complejas como las relaciones con China o Corea del Norte, el electorado surcoreano siente una presión palpable. Es un momento delicado donde cada voto cuenta y donde el futuro del país está colgando de un hilo muy fino.