En Madrid, este 27 de mayo, las familias de los rehenes secuestrados por Hamás han alzado la voz con un mensaje claro: están cansadas de lo que consideran un verdadero terrorismo psicológico por parte del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. En declaraciones conmovedoras, Herut Nimrodi, madre de uno de los rehenes, no ha dudado en afirmar que cuando el primer ministro menciona la posibilidad de un acuerdo, ellos se llenan de esperanza. Pero esa esperanza se convierte rápidamente en desilusión. «Esto está devastando a las familias», ha señalado con evidente dolor.
Una montaña rusa emocional que no acaba
Eli Albag, padre de Liri Albag, también ha compartido su angustia. Las familias habían empezado a sentir un ligero alivio, una chispa de felicidad fugaz. Sin embargo, pronto se dieron cuenta que todo era solo humo y espejos; «era solo una tontería», lamentó Eli. La frustración es palpable y las palabras del premier son como dagas que se clavan una y otra vez: “Cada una de estas palabras mata”, advierte Eli con rabia contenida.
A medida que pasan los días –y ya van 600 desde el secuestro– las familias sienten cómo su fortaleza se desvanece poco a poco. Acusan a Netanyahu de ser irresponsable por jugar con sus emociones sin ofrecer soluciones concretas. Ellos no son meros oyentes en esta trágica obra; son padres y madres desgarrados por la incertidumbre.
Las organizaciones familiares han pedido poner fin a la ofensiva militar en Gaza y han hecho un llamado urgente al gobierno para llegar a un pacto con Hamás que permita el regreso seguro de sus seres queridos. Este grito desesperado resuena cada vez más fuerte entre quienes exigen atención genuina hacia sus demandas.
No podemos olvidar a los 41 rehenes que han perdido la vida en este conflicto y las terribles consecuencias que podría acarrear intensificar aún más los enfrentamientos. Cada día cuenta y cada decisión puede ser crítica para aquellos que siguen bajo captura.