La situación en Gaza es desgarradora. Desde marzo, al menos 57 niños han perdido la vida debido a la falta de alimentos, mientras el bloqueo humanitario se intensifica y las esperanzas se desvanecen. En este enclave palestino, los pequeños que logran sobrevivir no solo enfrentan un presente sombrío, sino también un futuro lleno de problemas de salud que les acompañarán toda la vida.
Una crisis que no podemos ignorar
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), si esta grave crisis continúa, cerca de 71.000 niños menores de cinco años podrían padecer desnutrición aguda en menos de un año. Rik Peeperkorn, representante de la OMS para los Territorios Palestinos Ocupados, no ha dudado en calificar esta situación como uno de los episodios más oscuros del hambre global. Durante una rueda de prensa en Ginebra, subrayó que el embargo por parte de Israel solo permite que 500 niños reciban asistencia, lo cual es solo una gota en el océano frente a tantas necesidades urgentes.
Peeperkorn enfatizó que “los daños provocados por la falta de alimentos dejan secuelas permanentes”, incluyendo serias dificultades cognitivas. Sin agua potable ni comida suficiente, estamos ante una generación condenada a sufrir las consecuencias durante toda su existencia.
No podemos quedarnos callados ante esto; hay recursos esperando ser entregados en Cisjordania. Y mientras tanto, 31 camiones con ayuda humanitaria siguen detenidos apenas a unas decenas de kilómetros del paso de Rafá. La necesidad es urgente y está sucediendo aquí y ahora.
A pesar del horror cotidiano, Peeperkorn recordó que los centros médicos no son un objetivo legítimo. La reciente ofensiva israelí contra el hospital Nasser ha dejado a su paso más dolor y sufrimiento: dos muertos y numerosos heridos entre ellos un periodista.
“La sanidad no es un objetivo”, reiteró con firmeza mientras hacía un llamado claro a proteger las instalaciones sanitarias y buscar soluciones para poner fin al bloqueo.