En un rincón del mundo donde la incertidumbre se siente en el aire, los familiares de quienes aún siguen secuestrados en Gaza no pueden más. Piden a gritos que se detenga esta guerra, y lo que es más importante, exigen rendición de cuentas. Aquel fatídico 7 de octubre de 2023 parece una herida abierta en Israel, con más de 1.200 vidas perdidas y cientos atrapadas entre las garras del terror.
Recuerdos dolorosos y preguntas sin respuesta
A medida que transcurre el tiempo, el dolor no se disipa; al contrario, crece. Aquellos que vivieron en los kibutzim atacados están desgarrados por la pérdida y la confusión. Luis Har, uno de los pocos rehenes rescatados, recuerda cómo ese día todo cambió: «Pensábamos que estábamos protegidos por uno de los Ejércitos más avanzados del mundo». Pero aquel día no había soldados a la vista. «¿Cómo pasó?», se pregunta angustiado.
Sus palabras resuenan con fuerza cuando dice que necesita una investigación oficial; siente que han sido abandonados a su suerte. La desesperación es palpable entre otros familiares como Silvia Cuño, quien ha visto cómo sus hijos siguen cautivos mientras ella lucha para mantener viva la esperanza: «Sé que están con vida», afirma con determinación.
No hay seguridad para nadie. Las familias viven con miedo constante; Rebecca González lo expresa claramente: «Nos sentimos solos». Es devastador pensar que mientras unos tratan de hallar respuestas y justicia, otros parecen estar más preocupados por proteger sus propios intereses políticos.
A medida que avanza la conversación sobre el futuro del país y sus ciudadanos, Hila Abir nos recuerda lo esencial: «No podemos permitir otro ataque así». La falta de acción genera un sentimiento colectivo de impotencia e indignación; ¿acaso no aprendemos nada del pasado?
A medida que estas historias salen a la luz, queda claro que el verdadero enemigo aquí es el ciclo interminable de odio y violencia alimentado por grupos como Hamás. Como bien señala Luis Har, lo único que desean es paz: «Queremos hablar». Sin embargo, esa comunicación parece cada vez más lejana mientras las familias enfrentan su propia batalla contra un sistema que parece olvidar su deber primordial: proteger a sus ciudadanos.