En Bruselas, el ambiente estaba cargado de tensiones este 6 de mayo. La Alta Representante de Política Exterior de la Unión Europea, Kaja Kallas, se dirigió al ministro de Exteriores israelí, Gideon Saar, para expresar su profunda preocupación por la situación humanitaria insostenible en la Franja de Gaza. Con una voz firme y decidida, Kallas dejó claro que «la ayuda humanitaria debe reanudarse inmediatamente y nunca puede estar politizada». Un mensaje claro: los suministros básicos son un derecho, no un juego político.
¿Qué está pasando realmente?
Saar, por su parte, no se quedó callado. En lugar de abordar las preocupaciones sobre el sufrimiento del pueblo gazatí, lanzó una acusación contundente: según él, es Hamás quien ha estado utilizando la ayuda humanitaria para fortalecer su propia maquinaria bélica. Una excusa que resuena fuerte en Israel y que ha servido para mantener bloqueados los accesos durante más de dos meses. «Si Hamás sigue robando la ayuda a la población y ganando dinero con ella, la guerra seguirá para siempre», advirtió Saar. Pero ¿acaso esto justifica dejar a miles sin lo básico?
Kallas recordó que las organizaciones deben gestionar cualquier mecanismo futuro relacionado con la distribución de ayuda; no puede ser Israel quien tenga el control total. Mientras tanto, desde Naciones Unidas también alzan la voz: han rechazado el plan israelí para repartir asistencia en Gaza porque no cumple con los principios esenciales de imparcialidad y neutralidad. Y así seguimos, atrapados en un ciclo donde los más vulnerables son quienes más sufren.