En una jornada que debería haber sido de paz, al menos ocho personas han perdido la vida en Saná, la capital de Yemen, tras un ataque devastador del Ejército estadounidense. Entre las víctimas, se cuentan varios menores que solo querían vivir su infancia lejos de la violencia. Este trágico suceso ha dejado también a un número indeterminado de heridos, según reportes de Al Masirah, la cadena vinculada a los rebeldes hutíes.
Los ataques tuvieron lugar en el distrito de Bani al Harith, donde las fuerzas estadounidenses no dudaron en bombardear tres viviendas. La situación es aún más alarmante si consideramos que hace apenas un día otros ocho civiles resultaron heridos tras más de 15 incursiones en diferentes gobernaciones yemeníes como Hodeida o Marib. ¿Hasta cuándo vamos a permitir esto?
Aumenta la tensión con cada ataque
El Mando Central de Estados Unidos (CENTCOM) ha declarado con orgullo que desde mediados de marzo han atacado más de 800 objetivos, alegando haber matado a cientos de combatientes hutíes y líderes importantes dentro del grupo insurgente. Pero lo realmente preocupante son sus palabras sobre minimizar riesgos para los civiles; como si las muertes inocentes pudieran ser justificadas por cifras y estadísticas.
CENTCOM se jacta incluso de la reducción del lanzamiento de misiles balísticos y ataques con drones, pero el costo humano es innegable. Solo hace unos días, cerca de 40 personas perdieron la vida en un ataque contra el puerto petrolero de Ras Isa. Sin duda, el sufrimiento humano no parece ser prioridad cuando se trata del “orgullo” militar.
La pregunta queda en el aire: ¿realmente estamos dispuestos a seguir viendo cómo este ciclo brutal se repite? El mar Rojo puede estar lejos para algunos, pero estas historias nos acercan a una realidad desgarradora que no podemos ignorar.