En un contexto donde las esperanzas de paz deberían florecer, la situación en Líbano se torna cada vez más sombría. La oficina de la ONU para los Derechos Humanos ha dejado claro que no podemos cerrar los ojos ante lo que está ocurriendo. Desde que entró en vigor el alto el fuego en noviembre de 2024, al menos 71 civiles han perdido la vida. Entre ellos, dolorosamente, hay nueve niños. ¿Cómo es posible que esto siga sucediendo?
El eco del sufrimiento sigue resonando
Thameen al Kheetan, portavoz de Naciones Unidas, nos cuenta que este horror no solo se mide en vidas perdidas. Hay infraestructuras vitales destruidas que nada tienen que ver con el conflicto. Más de 92.000 personas continúan desplazadas, principalmente en el sur del país. Y por si fuera poco, Beirut también ha sentido el impacto con bombardeos indiscriminados que han afectado a escuelas y viviendas.
Las autoridades israelíes justifican sus ataques alegando objetivos específicos contra Hezbolá, pero la realidad es otra: detrás de cada misil lanzado hay vidas humanas. Al Kheetan no se ha quedado callado y exige un cese inmediato de la violencia. Su mensaje es claro: “Es hora de poner fin a este sufrimiento”. Y también demanda una investigación justa y transparente sobre cualquier abuso cometido durante esta crisis.
Mientras tanto, todos seguimos mirando hacia otro lado, ignorando las heridas abiertas en esta región del mundo. No podemos dejar pasar esto como si fuera solo un número más en estadísticas frías; son vidas reales y familias destrozadas.