La relación entre Argelia y Malí ha pasado de ser cordial a convertirse en un campo minado. Ya no es ninguna sorpresa que los tirones y tensiones entre estos dos vecinos estén a la orden del día. Sin embargo, lo que ocurrió la semana pasada —el derribo de un dron maliense por parte del Ejército argelino— ha sido la gota que ha colmado el vaso, desatando una crisis cuyas repercusiones son difíciles de predecir en este convulso contexto del Sahel.
Básicamente, esta situación no es más que la culminación de un distanciamiento que viene arrastrándose desde hace tiempo, salpicado de acusaciones mutuas. Bamako acusa a Argelia de mirar para otro lado mientras yihadistas y separatistas tuareg campan a sus anchas en su territorio. A su vez, Argel teme que las operaciones del Ejército maliense y los mercenarios rusos contra los rebeldes se acerquen demasiado a su frontera, provocando así una escalada violenta o incluso un éxodo masivo.
Caminos inciertos hacia la paz
Los expertos consultados sobre esta compleja situación son claros: aunque el escenario no apunta hacia un choque militar directo entre ambos países, las cosas están lejos de mejorar. “Una confrontación directa sigue siendo improbable”, afirma Raouf Farrah, quien subraya que ambos países tienen mucho que perder si las tensiones continúan escalando. Por otro lado, recalca la necesidad urgente de reconstruir canales de comunicación y confianza entre ambas naciones.
A todo esto se suma el hecho de que Malí ya anunció en enero el fin del Acuerdo de Argel firmado en 2015 con grupos separatistas tuareg. Desde entonces, cada acción parece estar cargada de reproches e insultos: desde acusaciones sobre terroristas hasta críticas por falta de eficacia en la lucha antiterrorista.
Además, como si esto fuera poco, tras el incidente del dron se han intensificado las medidas hostiles; Malí cerró su espacio aéreo para aviones argelinos y viceversa. Todo esto podría tener consecuencias devastadoras para los ciudadanos comunes, quienes podrían verse atrapados en medio de esta tormenta política.
No hay duda: estamos ante un panorama sombrío donde la incertidumbre reina. La posibilidad de desplazamientos masivos hacia Europa es cada vez más real si no se toman medidas pronto para calmar estas aguas turbulentas.