En un día que debería ser como cualquier otro, la vida se detuvo para al menos diez personas en Jan Yunis, al sur de Gaza. Siete de esos inocentes eran niños, con edades que apenas alcanzaban los diez años. Este viernes, el Ejército israelí lanzó un ataque brutal contra un edificio donde vivía la familia Al Farrá, dejando una estela de dolor y sufrimiento a su paso.
El bombardeo no solo se llevó consigo a un matrimonio y a sus pequeños, sino también a otra mujer adulta que era tía de los niños. La noticia nos llega a través del diario palestino ‘Filastin’, mientras el Ejército israelí guarda silencio sobre este horror. ¿Qué puede decirse ante tanta deshumanización?
Un ciclo interminable de violencia
Este ataque forma parte de la escalada militar que comenzó el 18 de marzo, cuando se rompió el alto el fuego acordado con Hamás en enero. Desde entonces, hemos sido testigos de una ofensiva implacable que ha devastado Gaza. Según las autoridades gazatíes, ya son cerca de 50.900 muertos, y más de 1.520 han perdido la vida desde que se reanudaron estos ataques.
No podemos quedarnos callados ante esta situación; es esencial recordar que detrás de cada cifra hay historias personales, sueños truncos y familias destrozadas por la guerra. La crisis humanitaria es alarmante, especialmente con el bloqueo israelí que impide la llegada de ayuda durante más de un mes. Esta realidad no es solo un número más en las estadísticas; es nuestra humanidad llorando por justicia.