La situación en Gaza se ha vuelto insostenible. En un nuevo bombardeo, el Ejército de Israel ha dejado a su paso al menos 22 muertos y más de 30 personas desaparecidas. Este ataque se centró en el barrio de Shujaia, una zona que ya ha visto demasiado sufrimiento. Los servicios de emergencia están desbordados, y aunque intentan rescatar a quienes aún pueden estar atrapados entre los escombros, la magnitud del desastre es abrumadora.
Aparecen voces de alarma ante la crisis humanitaria
Un portavoz de Protección Civil no se ha andado con rodeos: «Hay 22 mártires y más de 30 desaparecidos», advirtiendo que el número podría aumentar hasta llegar a 50 víctimas fatales. La desesperación se siente en cada palabra; varios heridos han llegado con quemaduras y amputaciones graves. Lo que estamos viviendo aquí es mucho más que un simple conflicto; es una violación clara de los derechos humanos básicos.
Los rescatistas claman por ayuda. «Necesitamos equipamiento pesado para poder recuperar a los mártires», dicen, mientras luchan contra la dificultad para acceder a las zonas afectadas. Y no solo eso; cada bombardeo parece seguir la misma lógica cruel: causar el mayor daño posible sin importar las consecuencias. El Ejército israelí, por su parte, asegura que sigue sus operaciones para eliminar lo que ellos llaman infraestructura terrorista, pero ¿a qué costo?
A medida que avanzan los días desde el inicio del último conflicto hace casi un mes, las cifras son escalofriantes: cerca de 50.850 muertos, incluyendo unos 1.500 desde que se rompió el alto el fuego. A pesar de los esfuerzos internacionales por detener esta espiral de violencia, parece que la paz sigue siendo un sueño lejano.