La mágica Fontana di Trevi, uno de los símbolos más emblemáticos de Roma, se prepara para un cambio significativo. A partir del 1 de febrero, los turistas que deseen admirar su belleza tendrán que rascarse el bolsillo y abonar dos euros. Esta medida ha sido anunciada por el ayuntamiento, que busca hacer frente a los altos costes del mantenimiento de su impresionante patrimonio cultural.
Una decisión polémica en tiempos complicados
El concejal de Cultura, Massimiliano Smeriglio, ha defendido esta iniciativa argumentando que es crucial “conservar, proteger y mantener” este tesoro tan querido. Según él, Roma necesita nuevos recursos tras agotar los fondos europeos en los últimos años. “Hemos hecho mucho por revitalizar la ciudad, pero debemos pensar en cómo seguir adelante”, expresó Smeriglio con preocupación. Pero no olvidemos: Roma no es solo un destino turístico; es una ciudad llena de vida y habitantes.
Aún así, esta noticia ha levantado ampollas. Para muchos, como el vicepresidente de la asociación hotelera Federalberghi, Giuseppe Roscioli, pagar para ver la fuente es un paso demasiado lejos. “Ya tienen las tasas turísticas más altas de Europa; añadir esto parece excesivo”, comenta indignado. Y tiene razón al señalar que estamos hablando de un lugar abierto al público, no de un museo encerrado entre cuatro paredes.
No solo la Fontana di Trevi se verá afectada por este nuevo cobro; otros cinco museos también pasarán a tener entrada paga, sumándose al Panteón, que desde 2023 ya cobra cinco euros por visita. En una ciudad donde cada rincón cuenta su propia historia, ¿realmente necesitamos poner precio a todo? La tensión entre conservación y accesibilidad sigue aumentando en esta joya italiana.

