Con una carrera repleta de hazañas y controversias, Peter Arnett nos ha dejado a los 91 años, tras luchar contra un cáncer de páncreas que acabó por agotar su resistencia. Su nombre no solo resonará en la historia del periodismo; es un símbolo de valentía y tenacidad, especialmente en tiempos convulsos donde las balas hablan más que las palabras.
Nacido en Nueva Zelanda, este corresponsal se convirtió en estadounidense para contar las historias más impactantes desde el corazón de los conflictos. Desde Vietnam hasta las guerras del Golfo, Arnett fue testigo y narrador de algunas de las batallas más decisivas del siglo XX. Ganó un Premio Pulitzer en 1966 por su cobertura en Vietnam, donde se adentró en el caos con la pasión de quien busca la verdad por encima de todo.
Un rebelde con causa
El New York Times lo describió como un rebelde audaz. Y es que Arnett no tenía miedo de desafiar a los poderosos ni de arriesgar su vida para mostrar al mundo lo que estaba sucediendo. En 1991, durante la primera Guerra del Golfo, sus informes directos desde Bagdad hicieron temblar a muchos. «Ha habido una explosión muy cerca de mí», decía mientras las bombas caían sobre la ciudad. Pocos periodistas occidentales tenían acceso tan directo al horror desde el interior.
Pero si hay algo que marcó su carrera fue su entrevista con Osama bin Laden en 1997, cuatro años antes del fatídico 11-S. Este encuentro lo catapultó aún más al centro del escenario mediático, aunque también le trajo críticas por ser considerado demasiado cercano al enemigo.
A pesar de los escándalos que marcaron el final de su trayectoria —como su despido por reportajes erróneos—, muchos colegas reconocen su legado como uno de los grandes corresponsales bélicos. “Su muerte deja un gran vacío”, lamentaba Nick Ut, fotógrafo ganador del Pulitzer. Para muchos, Peter Arnett no solo fue un reportero; fue un faro en medio de la tormenta informativa.”

