Este sábado, el Teatre Principal d’Inca acoge a un gran talento de la danza: Daniel Abreu, quien se presenta con su obra ‘Gàbia’. Un espectáculo que invita a reflexionar sobre temas tan profundos como la soledad, el aislamiento y la fragilidad del arte. Con Johann Sebastian Bach como telón de fondo, Abreu nos propone un viaje íntimo donde, según sus propias palabras, ‘el público conecta con lo que pasa, no con la figura del artista’.
Un espacio cerrado pero lleno de significado
En ‘Gàbia’, Abreu trabaja dentro de un cubo de metacrilato. Ese espacio tan delimitado le hace sentir como si estuviese atrapado en una burbuja. Nos cuenta que ‘trabajo desde un cuerpo más minimalista’, y eso le lleva a recordar los tiempos difíciles de la pandemia, cuando todos nos vimos reducidos a nuestras casas. En este entorno tan expuesto, cada movimiento cobra una intensidad especial. La obra reflexiona sobre cómo percibimos el arte hoy en día y cómo ese concepto ha cambiado drásticamente.
‘En este siglo’, dice Abreu, ‘el arte se ha convertido en la figura del artista que hace cosas’. Sin embargo, él se aleja de esa idea. Para él, es la obra misma la que importa: ese espacio sensible donde todo sucede. Su propuesta es clara: no soy yo quien brilla, sino lo que ocurre a nuestro alrededor.
A medida que comparte sus reflexiones sobre las Suites 3 y 4 de Bach, habla de los desafíos que enfrenta al combinar su lenguaje corporal con una música tan estructurada. Reconoce que esto puede ser complicado porque las partes musicales piden más expresividad y espacio para moverse. Pero eso no le intimida; al contrario, siente que está aprendiendo y creciendo.
Llevando ya dos décadas creando danza, Abreu ha evolucionado mucho en su forma de abordar los conceptos artísticos. Para él, siempre ha sido más relevante el concepto por encima de la narrativa convencional. Se interesa por lo psicológico detrás de cada obra y busca transmitir esa sensación colectiva de unidad y soledad que todos experimentamos.
Aunque celebra los 20 años de su compañía con orgullo, también reconoce las dificultades del camino. Con el tiempo ha aprendido a lidiar con la burocracia y las responsabilidades múltiples entre director y coreógrafo. Y aunque antes todo era más fresco e impulsivo, ahora siente cómo esas responsabilidades pueden pesarle.
Sin embargo, hay algo claro para Daniel Abreu: sigue siendo capaz de trabajar bajo presión. Asegura tener esa habilidad para resolver problemas rápidamente cuando es necesario. En cuanto al impacto emocional del arte hoy en día frente a la superficialidad visual de las redes sociales, opina firmemente que hay una diferencia fundamental entre ambas experiencias.
‘El arte debe abrirse a interpretaciones’, afirma mientras subraya su intención de dejar mensajes claros sin imponer significados concretos. A fin de cuentas, somos nosotros quienes decidimos qué llevarnos después del espectáculo.
Tenerife siempre presente, asegura también Abreu mientras recuerda sus raíces insulares; esos paisajes le acompañan constantemente en su proceso creativo.
A medida que avanza hacia nuevas obras enriquecidas por su formación en Psicología y otras miradas innovadoras sobre el mundo artístico, queda claro: Daniel Abreu es mucho más que un intérprete; es un puente entre emociones profundas y experiencias vivas.