Cuando uno llega a Rabat para Visa For Music, la experiencia comienza antes de pisar la capital marroquí. Volando desde Madrid, es un placer dejarse llevar por el pilotaje experto de Royal Air Maroc, disfrutando del clima casi primaveral que nos recibe. Al salir del aeropuerto, se siente una atmósfera festiva. Músicos, programadores y periodistas de todas partes del mundo se agrupan con entusiasmo, ansiosos por compartir su pasión por la música.
Una conexión cultural única
Este festival, que celebra su duodécima edición bajo la dirección de Brahim El Mazned, no solo ofrece conciertos; es un verdadero crisol cultural donde los diálogos entre continentes florecen. Cada rincón de Rabat cobra vida con actuaciones en directo, talleres y exposiciones. Pero lo más valioso son esos encuentros informales que permiten a los asistentes conectar y compartir ideas.
Este año, las voces femeninas han brillado con fuerza en el escenario. Desde Maura Delgado, quien combina su herencia caboverdiana con influencias americanas y una voz cautivadora, hasta el trío TTGS de Corea del Sur que mezcla tradición y modernidad. También hemos tenido a Bantu desde Nigeria trayendo ritmos vibrantes como el highlife y afrobeat.
Sin embargo, no todo ha sido perfecto. La escasa representación española ha dejado un sabor agridulce: El Niño Lord Cah, Sila Lua y Restinga llegaron pero ¿dónde estaba el resto? Aun así, cada actuación aporta algo único al festival.
No podemos olvidar a Sami Galbi con su fusión revitalizada de músicas del Magreb o Daby Touré recordándonos su legado musical mientras intenta reavivar su carrera. Con artistas como KinGongo Kiniata desde la República Democrática del Congo aportando un aire fresco al electro-punk callejero, Visa For Music demuestra ser una plataforma esencial para descubrir nuevos sonidos.
Aunque algunos grupos no lograron dejar huella como esperábamos –¿qué pasó con Jamila & The Other Heroes?– la diversidad musical presente hace que cada año sea una experiencia enriquecedora e inolvidable.