La mañana del sábado nos trajo una noticia que dejó un vacío en el corazón de muchos: ha fallecido Javier García Rodríguez, un hombre cuya pasión por las letras y su dedicación a la cultura lo convirtieron en una figura fundamental. Nacido hace sesenta años en Valladolid, Javier no solo era un escritor y catedrático de Teoría Literaria; era un auténtico agitador cultural. Desde sus primeras obras como ‘Barra americana’, hasta su labor como colaborador del suplemento cultural ‘Abril’, su huella es imborrable.
Un legado que trasciende fronteras
Lo que más sorprende es cómo, a pesar de llevar con discreción su enfermedad, logró seguir inspirando a tantos. A lo largo de los últimos treinta años, Oviedo se convirtió en su hogar, pero siempre llevaba consigo el espíritu del suburbio de Los Pajarillos. Su vida fue una constante búsqueda de nuevas aventuras culturales; fundó el festival de poesía ‘Versátiles’ y dirigió el Aula de Poesía en la Universidad de Oviedo.
Javier no solo escribía para adultos; también se adentró en la literatura infantil y juvenil, respondiendo a las inquietudes de su hija Claudia con títulos entrañables como ‘Un pingüino en Gulpiyuri’. Su visión única sobre la literatura hizo que sus trabajos fueran accesibles y relevantes para todos.
A medida que nos despedimos de él, recordamos no solo sus contribuciones académicas sino también su capacidad para conectar con las personas. La capilla ardiente ha sido instalada en el Tanatorio El Salvador y este domingo se celebrará su funeral. Sin duda, dejaremos huellas imborrables gracias a Javier García Rodríguez.

