Cuando hablamos de jazz en Mallorca, el nombre de Roberto Menéndez resuena con fuerza. Este argentino que llegó a la isla hace más de dos décadas ha sido testigo y artífice del crecimiento del Jazz Voyeur Festival, que este año celebra su mayoría de edad. Al recordar sus inicios, Menéndez no puede evitar sonreír al pensar en cómo comenzó todo.
«Cuando llegué, el panorama musical era desolador», confiesa. La carencia de artistas internacionales hizo que se sintiera como un pez fuera del agua, pero eso no lo detuvo. En 2004, tras conocer a otros apasionados del jazz como Gerardo Cañellas, lanzó la primera edición en el Casino de Mallorca. «Nunca pensé que llegaríamos tan lejos», reflexiona ahora.
Una lucha constante por el jazz
A pesar de los altibajos, incluso enfrentando la crisis financiera de 2009 donde pensó en rendirse, su amor por el jazz le dio fuerzas para seguir adelante. ¿Y qué conciertos guarda con más cariño? Desde las actuaciones memorables de Brad Mehldau hasta los mágicos momentos con Bebo y Chucho Valdés.
Para Menéndez, el jazz es libertad y alegría; una puerta abierta hacia algo sublime. Sin embargo, critica esa etiqueta elitista que algunos le han colgado: «Es un desafío para muchos escuchar estructuras complejas cuando hoy día todo parece reducirse a cuatro acordes».
El festival sigue evolucionando. Con cada nueva edición trae consigo una mayor diversidad y colaboraciones con instituciones locales como el Conservatorio Superior de Música o el Museo Es Baluard. Y aunque la competencia entre festivales ha crecido, Menéndez se muestra optimista: «Si trabajamos juntos podríamos crear nuevas audiencias».
Ciertamente, su viaje en esta isla es un homenaje al jazz y a todos aquellos que han compartido con él esta pasión transformadora.