Todo comenzó con una obra que parece sacada de una novela. Femme dans un rocking-chair, pintada por Pablo Picasso en 1956, estaba destinada a brillar en una subasta de Christie’s, donde se prometía ser la joya del evento. Pero lo que debería haber sido un simple intercambio artístico se ha convertido en un verdadero culebrón.
El lienzo, que alguna vez fue propiedad del empresario catalán José Mestre, condenado por narcotráfico, ahora es objeto de un litigio ardiente. El comprador, Susan Ghandehari, un inversor iraní conocido en el mundo del arte, no se imaginaba que tras la belleza de aquella obra se escondía un pasado turbio. Al enterarse de que su anterior dueño había sido Mestre, quien pasó años entre rejas por tráfico de drogas, Ghandehari sintió como si le hubieran dado una patada en el estómago.
Un engaño bien guardado
Christie’s había presentado la pintura como ‘propiedad de un caballero’, pero nunca reveló quién era realmente ese caballero ni su sombrío legado. Según el comprador, le aseguraron que Mestre ya había fallecido y que su hijo era el nuevo propietario. Sin embargo, al descubrir la verdad sobre el oscuro pasado de Mestre—un hombre conocido como el virrey del puerto por sus oscuros tratos—Ghandehari decidió actuar.
A pesar de haber pagado 4,8 millones de libras por la obra y tenerla en su poder momentáneamente, ahora busca recuperar su dinero alegando engaño por parte de Christie’s. La casa de subastas defiende su postura diciendo que cumplió con todas las normativas y exige seguir adelante con el trato.
La historia no solo trata sobre una pintura; refleja cómo el arte puede estar manchado por secretos inconfesables. ¿Qué nos dice esto sobre nuestro mundo? Es fácil perderse entre cuadros y colores vibrantes mientras hay vidas destruidas tras ellos. La saga del Picasso perdido nos recuerda que detrás del lujo siempre puede haber sombras ocultas.