En una cálida mañana de agosto, César García, conocido artísticamente como César Pop, regresa a su tierra natal, Navia. Es un momento que él describe con esas palabras que solo el corazón puede entender: «la paz que emana del mar y de la ría, de casa». Este músico asturiano ha recorrido un largo camino desde que dejó su hogar para buscar fortuna en Madrid allá por 2004. Pero a pesar de estar en una de las bandas más reconocidas del pop rock español, hay algo que no cambia: la esencia del niño que se quedó embobado escuchando a su padre cantar.
El refugio de la música
César recuerda cómo, desde pequeño, la música fue su compañera incondicional. «No me acuerdo muy bien cómo empezó todo», confiesa entre risas. Lo único que sabe es que siempre estuvo ahí, como un refugio durante las alegrías y también en los momentos difíciles. En Navia, pasaba horas aprendiendo a tocar la guitarra en la barbería de Manolo y componiendo sus primeras melodías con amigos.
Pero no todo fue fácil; hubo obstáculos y momentos de duda. Aún así, César se aferra a lo que realmente importa: la emoción. «La técnica es solo un medio para llegar a lo que sientes», explica con esa sabiduría adquirida tras años de experiencia. Sin embargo, no podemos olvidar que ser músico tiene sus complicaciones; hoy en día siente la incertidumbre sobre el futuro después de las giras.
A pesar de todo eso, hay algo claro: cumplió uno de sus grandes sueños. «Dicen que se necesita talento, suerte y esfuerzo», reflexiona César mientras sonríe al recordar los momentos vividos junto a su amigo Leiva. Una conexión forjada con cartas antes de los mensajes instantáneos y una amistad sólida construida sobre notas musicales.