El impacto que tuvo la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima hace 80 años resuena en el mundo del cine de una manera profunda y conmovedora. Directores como Alain Resnais, Shohei Imamura, Akira Kurosawa y Christopher Nolan han tomado esta tragedia y la han convertido en poderosas narrativas, explorando los efectos devastadores de la guerra y la radiación.
Recordemos a Resnais, quien ya había dejado su huella con su documental ‘Noche y niebla’, donde abordó los horrores de los campos nazis. Pero fue en 1959, con ‘Hiroshima mon amour’, donde nos mostró las secuelas personales de esa bomba, entrelazando historias de amor con la cruda realidad de los supervivientes. La película es un poema oscuro que evoca el sufrimiento a través de las vidas entrelazadas de dos amantes, mientras que las imágenes desgarradoras de los heridos nos dejan sin aliento.
Las voces del cine japonés
No podemos olvidar a tres titanes del cine japonés: Kaneto Shindo, Shohei Imamura y Akira Kurosawa. En sus películas, cada uno tomó una ruta diferente para contar la historia del horror atómico. Shindo lo hizo en ‘Los niños de Hiroshima’, mostrándonos cómo una joven regresa a casa cuatro años después y se enfrenta al legado de destrucción. Imamura, por su parte, no se anduvo con rodeos: ‘Lluvia negra’ retrata el dolor persistente y la incertidumbre sobre el futuro reproductivo de una mujer afectada por la radiación. Su título mismo grita advertencias sobre las consecuencias letales del desastre.
Aún hay más; Mori Masaki nos regaló ‘Hiroshima’, un anime que narra la lucha interna de un niño sobreviviente ante traumas que parecen insuperables, mientras otros animes como ‘Akira’ también toman inspiración del apocalipsis atómico.
No olvidemos el Proyecto Manhattan; un capítulo oscuro en la historia cinematográfica contemporánea. La reciente ‘Oppenheimer’ ha reavivado este relato sobre el físico detrás del arma más destructiva jamás creada. A través de los ojos atormentados de Oppenheimer interpretado por Cillian Murphy, somos testigos del dilema moral que enfrentó al cruzar líneas éticas impensables.
En fin, estas obras no son solo entretenimiento; son recordatorios constantes del dolor humano provocado por decisiones fatídicas. A medida que continuamos viviendo en un mundo lleno de tensiones nucleares, es crucial recordar esas lecciones trágicas narradas a través del lente artístico.