En julio de 1997, Mallorca se convirtió en el escenario de un encuentro inesperado entre dos grandes figuras del siglo XX: el Rey Juan Carlos I y Bill Clinton. Ambos, íconos de su época, compartieron esos días soleados en la isla, donde cada uno brillaba a su manera. Mientras la belleza del castillo de Bellver deslumbraba a Clinton, nosotros no podíamos evitar preguntarnos qué pensaría el Rey al ver que alguien competía con él en carisma.
Un recorrido inolvidable
Durante su estancia de tres días, Clinton se mostró encantado por todo lo que la isla tenía para ofrecer. Con una sonrisa y ese aire accesible que le caracterizaba, dejó caer un memorable “Volveré”, casi como si estuviera haciendo una promesa a todos los mallorquines. En aquellos momentos previos a su escándalo con Monica Lewinsky, Bill sabía cómo conectar con la gente; era un maestro del espectáculo.
Hillary estaba a su lado, bajando del Air Force One cogidos de la mano, mientras Chelsea se uniría más tarde. Su agenda estaba llena de actividades culturales: desde admirar las impresionantes arquerías góticas del castillo hasta perderse entre las multitudes que lo acogían con entusiasmo. Recuerdo cuando un agente consular le sugirió probar el famoso Capuccino del Paseo Marítimo; allí estaban todos mirando cómo disfrutaba como uno más entre nosotros.
El día siguiente fue aún más emocionante. Valldemossa recibió al matrimonio presidencial con honores, pero no todo fue perfecto; en Petra hubo decepción al no concretarse una visita esperada. Y mientras tanto, Hillary aprovechó para comprar un collar de Perlas Majorica en Madrid que lució más tarde en una entrevista en CNN; ¡qué clase!