¿Quién puede dudar que la música tiene el poder de transformar? Antoni Pizà, un apasionado musicólogo mallorquín y director de la Foundation for Iberian Music en Nueva York, dejó claro en su conferencia en sa Pobla que el jazz ha sido una voz potente en la lucha por los derechos civiles. En un festival donde la música se entrelaza con la historia, Pizà recordó cómo canciones icónicas como Strange Fruit de Billie Holiday o Mississippi Goddam de Nina Simone no solo hicieron eco, sino que se convirtieron en himnos para quienes claman igualdad.
El papel del jazz hoy
Pizà no se muerde la lengua al hablar sobre el estado actual del mundo. «Sí, estas canciones han despertado conciencias», dice con un tono melancólico. Pero también añade que a menudo parece que no aprendemos de nuestra propia historia. Su mirada pesimista resuena cuando menciona conflictos actuales como los de Gaza o Torre-Pacheco, resaltando que el aprendizaje social sigue siendo escaso.
A lo largo de su charla, enfatizó el papel fundamental del jazz: «Es la música que más ha luchado por nuestros derechos». Y aunque reconoce que hoy es un estilo minoritario dentro del vasto panorama cultural, su impacto sigue siendo profundo y necesario. ¿Y las voces contemporáneas? Pizà destaca a Christian McBride, quien trae consigo un mensaje político fresco y relevante.
A medida que profundiza en el diálogo sobre racismo y memoria colectiva en Estados Unidos, no duda en señalar las sombras del pasado. “Estamos ante una sociedad desmemoriada”, afirma sin titubear. Es evidente para él que después de Obama, se desató una reacción racista peligrosa; uno podría pensar que estamos retrocediendo más bien que avanzando.
Por otro lado, al ser preguntado sobre el silencio político entre artistas contemporáneos, Pizà explica: “Muchos tienen miedo a perder lo poco que han conseguido”. Es una reflexión profunda sobre cómo los intereses personales pueden frenar la voz artística frente a injusticias sociales.
Cerró su intervención recomendando leer On Tyranny, donde Timothy Snyder desgrana los peligros de las dictaduras modernas y sus ecos históricos; un llamado a despertar ante situaciones alarmantes tanto en EE.UU. como en Europa. El jazz sigue vivo y relevante; ahora depende de nosotros escuchar sus lecciones.