Hace unas semanas, el mundo del arte se sacudió cuando la National Gallery de Londres respondió a una artista griega, Euphrosyne Doxiadis, quien había catalogado ‘Sansón y Dalila’ de Rubens como una falsificación. ¡Menuda acusación! La galería no tardó en defender su obra más cara, poniendo a disposición del público todos los documentos y pruebas que respaldan su autenticidad. Y aquí es donde se arma el lío.
El contexto importa
Desde luego, la historia detrás de esta pintura podría llenar páginas enteras en un libro de ficción. Pero, ¿por qué es tan crucial entender el entorno en el que fue creada? Hablamos de un tiempo en el que los talleres artísticos no eran solo dominio del “genio individual” como muchos creen hoy. En esa época, Rubens dirigía uno de los talleres más importantes de Europa y trabajaba codo a codo con discípulos y asistentes que ponían su talento al servicio de sus ideas. No era raro encontrar más manos en sus obras; eso era parte del proceso creativo.
Pongámonos en situación: imaginen un estudio moderno donde figuras como Foster o Gehry inician sus proyectos pero son sus equipos quienes hacen realidad esos sueños arquitectónicos. Lo mismo sucedía con Rubens; él daba la idea inicial y sus ayudantes la llevaban a cabo bajo su supervisión. Entonces, ¿por qué nos sorprende ver múltiples contribuciones en una obra maestra? A menudo parece que todo gira alrededor del precio pagado por estas piezas; es triste pensar que muchas veces valoramos el arte por lo que cuesta, no por lo que realmente representa.
Al final del día, todo este escándalo sobre ‘Sansón y Dalila’ nos lleva a cuestionarnos cómo percibimos la creación artística. ¿Es sólo cuestión de dinero o hay algo más profundo detrás? Mientras tanto, seguimos expectantes ante cómo evolucionará esta polémica.