Era una noche prometedora en Quito, con Enrique Bunbury al frente de un espectáculo que prometía ser inolvidable. La energía vibrante del público y la música envolvente llenaban el aire, hasta que, en un giro inesperado, el aragonés decidió romper el hechizo. En pleno bises, mientras interpretaba su icónica canción ‘El jinete’, no pudo contener su frustración ante una espectadora que grababa con su móvil desde la primera fila.
Un grito de alerta
“Todo el puto concierto con la puta cámara grabando”, exclamó Bunbury, claramente molesto. Era como si esas palabras resonaran no solo en sus oídos, sino también en los corazones de muchos allí presentes. Este artista ya había hecho un llamado al inicio de su gira: ¡olvidemos los móviles y disfrutemos del momento! Pero parece que poco eco tuvo su mensaje.
“Entiendo la locura a la que hemos llegado”, continuó, “pero si estás en primera fila, hay mucha gente que daría lo que fuera por estar ahí conectando y cantando”. Con cada palabra, el músico parecía más apasionado y comprometido con esa idea de vivir la experiencia sin distracciones tecnológicas. Mientras tanto, algunos aplaudían y otros seguían grabando su intervención.
Bunbury terminó diciendo: “Me han quitado la concentración”. Y es que no es solo cuestión de hacer un espectáculo; para él se trata de crear un vínculo genuino entre él y su audiencia. Un vínculo donde los recuerdos emocionales superen cualquier archivo digital efímero. Es evidente que esta no es la primera vez que expresa su descontento por los móviles en sus conciertos; ha defendido siempre vivir intensamente cada nota sin filtros ni pantallas.