La noche del martes fue mágica en el Estadi Olímpic de Barcelona. Imagine Dragons, la banda originaria de Las Vegas, ofreció un espectáculo que fue mucho más que música; fue una experiencia envolvente repleta de confeti y letras que tocan el corazón. Con su Loom World Tour, los asistentes se entregaron a los himnos que parecen hablarles directamente.
Un concierto lleno de contrastes
Hablamos a menudo de ellos como los últimos grandes del rock en llenar estadios, pero lo cierto es que su sonido es una mezcla explosiva. Desde ritmos electrónicos hasta influencias del hip-hop, sus melodías pop están salpicadas con guiños rockeros que atrapan a todo tipo de público. ¿Y qué decir de su famoso Believer? Cerró la noche con fuerza y dejó claro por qué es un himno para muchos.
El espectáculo comenzó con Fire in these hills, donde Dan Reynolds se mostró vulnerable, compartiendo sus batallas personales mientras el saxofón jazzy añadía un toque especial a la atmósfera. Pero no todo fue tan serio; también hubo momentos más ligeros, como cuando unos enormes balones de playa rodaron por el escenario durante Take me to the beach. Es evidente: Imagine Dragons quiere abarcarlo todo.
A lo largo del show, danzaron entre diferentes estilos y emociones. Desde la potente Radioactive, hasta la reflexión sobre salud mental donde Reynolds dijo abiertamente: “Si alguien aquí está lidiando con la depresión, no estás solo. Yo fui a terapia y me hizo más sabio”. Esas palabras resonaron entre los presentes, creando un ambiente íntimo en medio del bullicio.
Cerraron con Believer, donde toda la audiencia estalló en una sola voz: «Dolor, has hecho de mí un creyente». Era imposible no dejarse llevar por esa energía colectiva mientras caía otro mar de confeti sobre nosotros. La noche fue un recordatorio poderoso de cómo la música puede unirnos y hacernos sentir vivos.