En una conversación sincera, Luis Massot, el alma del grupo musical Taifa, nos comparte su visión sobre la vida y la música. Este palmesano ha sido un pionero del heavy en Palma y ahora regresa con su disco Herejías sonoras, acompañado por Miguel Maya a la guitarra y Antonio Medina a la batería. Un trío que ha sabido ganarse un público fiel hasta en Marruecos.
Una herejía necesaria
Pero, ¿qué significa ser hereje? Según Massot, ser hereje es simplemente pensar por uno mismo. “Taifa es un poco aquí también”, dice con una sonrisa, “no encajamos del todo en un solo estilo”. Y es que esta mezcla de sonidos les da esa libertad artística que muchos anhelan pero pocos logran alcanzar. Para él, la libertad personal y artística son sus principales metas.
A lo largo de la charla surge una pregunta inevitable: ¿el poder sigue incomodándose con el rock? “Siempre le ha molestado a quienes piensan por sí mismos”, afirma sin dudarlo. Esta rebeldía innata es parte de su esencia; incluso se atreve a decir que quizás lo único que le corta las alas sea la propia sociedad.
Y hablando de alas, la canción que abre su nuevo álbum hace referencia a las sirenas y cómo perdieron sus alas por miedo o desconocimiento. Su mensaje es claro: no hay que rendir cuentas a nadie más que a nuestras propias musas. Así es como han trabajado en este disco durante mucho tiempo, afilando los cuchillos para ofrecer algo auténtico.
El resultado habla por sí mismo: Herejías sonoras es una fusión entre rock progresivo y ritmos árabes y flamencos. Massot está convencido de que es su mejor trabajo hasta ahora; no solo porque así lo digan quienes ya lo han escuchado, sino porque se nota el esfuerzo detrás de cada nota.
Aunque todavía no está disponible en plataformas digitales como Spotify —se espera para agosto— ya han hecho una pequeña tirada en CD para satisfacer a sus seguidores más fieles. Y aunque puedan tener varias fechas apalabradas en Marruecos después del verano, Mallorca parece haberse convertido en un desafío complicado para ellos.
“¿Dónde queremos tocar aquí?”, se pregunta retóricamente. La realidad es dura; mientras otros lugares respiran música auténtica, parece que en España ser músico puede sentirse como una batalla contra molinos de viento. Pero eso no les detiene; Luis sabe muy bien cómo conectar con su audiencia allí donde vayan.
Siguiendo adelante, nos invita a reflexionar sobre lo que podemos aprender unos de otros culturalmente: “No hay cultura mejor que otra”. Para él, admirar el amor hacia la música y tradición en Marruecos representa una lección valiosa para todos nosotros.