En los últimos días, me encontré con un libro que simplemente me dejó fascinado. Lo compré hace poco en París, justo cuando acababa de salir a la venta. Su título en francés, Ces fleuves qui coulent en nous, se podría traducir como «Estos ríos que fluyen dentro de nosotros». Y tengo que confesar que fue el título lo que me atrapó desde el primer momento. La primera pregunta que surgió en mi mente fue: ¿Cuáles son esos ríos que llevan vida en nuestro interior?
El Viaje Interior
Su autor, Érik Orsenna, es un personaje polifacético: político, economista y novelista. Ha sido miembro de la Academia Francesa y ha trabajado como consejero cultural para François Mitterrand. En este libro, explora esa conexión entre los ríos físicos y los ríos metafóricos que fluyen dentro de nosotros. Nos invita a reflexionar sobre cómo las corrientes de agua amenazadas por la explotación están ligadas a nuestras emociones y pensamientos.
Orsenna nos dice: “Esta vez no hay necesidad de volar o navegar; les invito a viajar dentro de su corazón”. Nos conduce por una travesía emocionante entre las venas de nuestra sangre y las lágrimas derramadas, explorando los misterios ocultos en nuestro ser. A través de estas historias se siente la magia que nos rodea.
A menudo menciona esos ríos internos compuestos no solo por agua, sino por palabras e historias, por verdades y sueños imposibles. Recuerda su infancia, cuando su madre le leía cuentos antiguos para curar sus malestares. Esa tradición familiar era más poderosa contra virus que cualquier medicina moderna.
Cada historia le transportaba a un mundo nuevo; era como si cada relato tuviese el poder sanador del agua misma. Así pues, aquellos cuentos legendarios eran más efectivos para él que cualquier tratamiento médico conocido.
Y es aquí donde Orsenna nos muestra la diferencia entre las frías redes digitales y esos ríos vitales que corren dentro de nosotros: caminos llenos de vida, aunque sean inciertos o frágiles. Algunos tan grandes como el Amazonas o el Nilo; otros tan pequeños como delicados capilares sanguíneos.
No hay duda: la literatura alimenta nuestra existencia. Aquellas historias son esenciales para vivir; son el latido del corazón humano. Nadie puede negarlo: sin literatura no hay vida posible.