El nombre de Frederick Forsyth resuena en la memoria colectiva como el autor de Chacal, pero también como un ferviente amante de una Mallorca que, lamentablemente, ya no existe. Este escritor inglés, que nos dejó hace poco, es el símbolo de una isla marcada por un «elitismo para mayorías», tal y como sugiere Umberto Eco en su obra. Pero lo cierto es que Forsyth capturó en sus novelas esa esencia intemporal, incluso mientras disfrutaba del Port d’Andratx, un lugar que solía evocar pura felicidad.
La visión nostálgica de Forsyth
Volvamos a aquel agosto de 1981. Forsyth miraba al futuro con optimismo y vaticinaba que España había superado sus fantasmas oscuros. Apreciaba esa versión del mallorquín más distanciada y respetuosa que le permitía asociar la isla con ese elitismo accesible. Pero el Andratx que conoció era muy diferente al actual; hoy parece más bien una parodia desdibujada de Hamburgo.
Tras escribir Chacal en apenas 35 días, decidió invertir sus ganancias en esta joya del Mediterráneo español. Su rincón preferido era el famoso Mini Folies, un lugar adelantado a su tiempo con teleférico incluido, donde locales y turistas se mezclaban sin pretensiones. Parecía el futuro perfecto… hasta que todo terminó sumido en las aguas del Ballermann.
No puedo evitar pensar: ¿cómo se atreve alguien a citar a Forsyth mientras promociona la cultura mallorquina? La misma ley que incluyó su obra entre las lecturas obligatorias en colegios británicos ahora parece olvidarse de lo esencial.
Aún así, este autor fue uno de los muchos enamorados de una Mallorca clásica y auténtica. Junto a él estuvo Guy Hamilton, director británico conocido por sus trabajos en películas icónicas de James Bond, quien también encontró refugio en la isla para disfrutar del golf lejos del ruido del cine.
Ambos compartían un gusto por vivir bien, pero hoy eso parece un recuerdo lejano. La Mallorca actual ha sido aplastada por la zafiedad y los sociólogos tendrán trabajo recogiendo los despojos de lo que alguna vez fue un sueño vibrante.
Puedo imaginar cómo se sentiría Forsyth al ver esta realidad: no solo estaría avergonzado; exigiría ser desvinculado eternamente de una geografía así. Fue siempre claro al expresar su opinión sobre temas sociales y políticos; quizás anticipó la figura contradictoria del zar Putin incluso antes de convertirse en noticia.