El Mallorca Live Festival 2025 ha comenzado con una energía arrolladora y un mensaje claro: la música local no solo tiene un lugar, sino que puede liderar el escenario. En esta primera jornada, todos los ojos estaban puestos en Antònia Font, ese grupo icónico que encapsula el alma de nuestras islas. Su actuación no es solo un acto de justicia musical, sino una prueba palpable de que lo autóctono puede competir mano a mano con los gigantes internacionales.
La explosión del talento balear
Pero la noche no se limitó a Antònia Font. A su alrededor, surgía un auténtico crisol sonoro que dejaba ver el músculo creativo de Baleares. Jordan Boyd, quien saltó a la fama en 2018 con su versión de Rels B, regresaba más madura que nunca, trayendo consigo un trap Lo-fi cargado de ritmos urbanos y una actitud rebelde.
No muy lejos, Dxtergeist ofrecía una experiencia alternativa al sumergir al público en un set lleno de distorsiones y caos estético. Desde las montañas de la Serra de Tramuntana también llegaban sonidos únicos: Melohman y Los del Ficus tejían melodías techno que transformaban cada nota en paisaje.
Cada artista aportaba su propia esencia; Licata, por ejemplo, entrelazaba raíces mallorquinas con pop alternativo, mientras que DMASSO guiaba a los asistentes en un viaje introspectivo entre sintetizadores emocionales. Y qué decir de V. Gómez, quien desnudaba el trap local para mostrar su vulnerabilidad más sincera.
A pesar de la diversidad musical, hubo espacio para la oscuridad gracias a Psideralica, quienes llenaron el aire con su potente rock-metal. La velada cerró con fuerza cuando Niños Raros, desde Ibiza, desataron una tormenta garage que hermanó estilos y generaciones.
No olvidemos que este festival ha logrado reunir hasta 27.000 espectadores en sus mejores momentos; eso habla del impacto cultural real que tiene esta cita anual. La fuerte representación de artistas locales no es simplemente simbólica; es una clara declaración sobre hacia dónde va nuestra música. El futuro se escribe aquí, en casa.