Cultura

Més per Palma denuncia la hipocresía de Cort al ceder Bellver a Louis Vuitton en medio del sufrimiento en Palestina

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En un giro que ha encendido la indignación de muchos, el grupo municipal Més per Palma ha levantado la voz contra la cesión del castillo de Bellver a Louis Vuitton. La acusación es clara: el ayuntamiento, liderado por Cort, está mostrando una preocupante complicidad con lo que ellos llaman un «genocidio» en Palestina. Y no es para menos.

La sombra del lujo y la sangre inocente

Los ecosoberanistas han subrayado que Bernard Arnault, CEO de Louis Vuitton, ha estado invirtiendo fortunas en empresas israelíes vinculadas a la ciberseguridad justo cuando las tensiones en Gaza han escalado a niveles alarmantes. En su opinión, es inaceptable que Palma se convierta en un escaparate para una marca cuyo lujo está manchado por la sangre de civiles inocentes.

Més per Palma no se detiene ahí. En un comunicado contundente, han expresado su preocupación por lo que consideran una privatización peligrosa de un espacio público emblemático. El acuerdo con Louis Vuitton implica tres desfiles exclusivos y cenas privadas por 175.000 euros; pero ¿cuál es realmente el coste? Ellos apuntan a algo más profundo: perder nuestra dignidad colectiva y colaborar con intereses económicos manchados por atrocidades.

A medida que las noticias sobre más de 35.000 palestinos asesinados —muchas víctimas mujeres y niños— llenan los titulares, Més resalta que Palma no puede ser cómplice. La portavoz Neus Truyol enfatiza que mientras Bellver se convierte en un «decorado de lujo», Gaza sigue siendo escenario de destrucción y horror.

No podemos ignorar lo evidente: Truyol critica duramente al alcalde Jaime Martínez por cerrar Bellver para hacer lucir diamantes mientras muchas familias luchan para llegar a fin de mes. Es casi cruel pensar que se priorizan los intereses de unos pocos sobre el bienestar colectivo.

Més per Palma exige la publicación del convenio firmado con Louis Vuitton y pide una moratoria sobre cualquier cesión futura de patrimonio público a multinacionales. Para ellos, este no es solo un problema estético; es un dilema ético. En sus palabras: «No se puede construir una ciudad libre y justa si estamos alimentando el lujo basado en el sufrimiento ajeno».

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