Este miércoles, el mundo literario se tiñó de luto al conocer la noticia del fallecimiento de Ngugi Wa Thiong’o, un gigante de las letras africanas y eterno candidato al Nobel de Literatura. A los 87 años, este escritor keniano dejó su huella en Estados Unidos, donde su familia confirmó la triste noticia. Su hija, Wanjiku wa Ngg, compartió en Facebook: “Con gran pesar anunciamos el fallecimiento de nuestro padre. Vivió una vida plena y luchó con valentía. Celebremos su legado”.
Un legado que trasciende fronteras
La partida de Ngugi nos deja un vacío enorme. Su hijo Mukoma wa Ngg, también escritor y académico, expresó su dolor a través de X: “Me desgarra el corazón decir que mi padre ha fallecido hoy. Soy quien soy gracias a él en tantos sentidos”. Con sus palabras resonando en nuestra mente, no podemos evitar sentir que nos falta algo esencial.
Nacido como James Ngugi el 5 de enero de 1938, Ngugi fue mucho más que un simple escritor; era un verdadero activista cultural. Al principio escribió en inglés, pero pronto se convirtió en un ferviente defensor del gikuyu, su lengua materna. En 1977, su obra “Ngaahika Ndeenda” fue prohibida y él mismo encarcelado por desafiar a las élites kenianas tras la independencia del país en 1963.
A partir de ese momento, se vio forzado al exilio en EE.UU., donde continuó con su labor docente y creativa hasta el final. A pesar de ser un eterno aspirante al Nobel, dejó una vasta obra que incluye títulos memorables como “Un grano de trigo” (1967) y “El brujo del cuervo” (2006). A lo largo de más de cinco décadas, sus palabras fueron una lanza contra la opresión y una guía para muchos.
No hay duda: Ngugi Wa Thiong’o vivió intensamente y dejó un legado imborrable en la literatura mundial. Hoy recordamos no solo al escritor brillante que fue, sino también al hombre valiente que nunca dejó que su voz se ahogara.