Catalina se levantó con una sensación de vacío en el estómago. Ese hogar, donde comparte días con Pere y sus hijos, Lluc y Aina, parecía un lugar sin vida. Sin apenas pensarlo, se vistió rápidamente, recogió su cabello en un rodete casi perfecto y salió a la fría calle que la esperaba. Caminó unos pasos contra el viento, sintiendo cómo el sol de la mañana acariciaba su rostro, pero apenas logró sonreír mientras temblaba. Las tazas del desayuno amontonadas y las camas deshechas podían esperar; encendió su primer cigarrillo del día, ese al que su médico le había puesto veto hace meses.
Un mensaje desesperado
Buscando refugio en una esquina llena de edificios antiguos y grises, Catalina se sentó en el borde de la acera. Con las rodillas abrazando su cuerpo y el teléfono en mano, disparó un mensaje por WhatsApp a Estel: «Me separo». Su corazón latía con fuerza mientras enviaba emoticonos tristes que adornaban esas palabras definitivas. Al borde del colapso, dejó escapar un grito silencioso: «¡Qué hace, Estel!», negando con la cabeza mientras apretaba los dientes.
Poco después llegó una respuesta desconcertante: «¿No te habías separado hace un año?» Desde Dinamarca, Estel no podía entender lo que pasaba. Catalina explicó entre lágrimas que sí estaban separados pero aún vivían juntos por necesidad; sus salarios no daban para alquilar ni un pequeño apartamento en esta Mallorca cada vez más injusta.
Sintiéndose atrapada entre las paredes de esa casa compartida con Pere, decidió dar el paso hacia Asturias. «Es lo que toca ahora», comentó sin rodeos. Sus amigas ya habían hecho lo mismo: huir de unos alquileres astronómicos y buscar algo mejor lejos de allí.
Mientras sus amigas comentaban sobre sus propias luchas desde diferentes rincones del mundo, Catalina seguía con su lamento sobre los precios elevados y la falta de opciones dignas para vivir. En medio del intercambio de mensajes llenos de caritas felices y corazones rotos, María le recomendó leer a Idea Vilariño; ella solo pudo responder deseando fuerzas a todas para seguir adelante.
A veces es difícil encontrar belleza entre tanto caos; pero ahí estaba Catalina atrapada entre lo triste y lo bello, buscando una salida mientras compartía risas y lamentos virtuales con quienes entendían su dolor.