En un rincón del Palau de la Música de Valencia, Luis Cobos se prepara para dirigir un concierto solidario. Este evento no es solo una muestra de su talento, sino un acto que simboliza la esencia misma de lo que significa ser músico. «La solidaridad forma parte de nuestra profesión», dice con convicción. Y es que, aunque los conciertos no pueden resolver todos los problemas del mundo, son un rayo de esperanza en tiempos difíciles.
Superando críticas y encontrando apoyo
A medida que avanza la charla, Luis reflexiona sobre las críticas que ha recibido a lo largo de su carrera. «Los puristas me criticaban ferozmente, pero curiosamente ahora son ellos quienes me llaman para colaborar», comparte con una sonrisa. Esta transformación no es solo un cambio en su situación profesional; es una prueba palpable de cómo el tiempo puede abrir puertas que antes estaban cerradas.
Cobos recuerda sus inicios, desde niño ya destacaba en el coro del pueblo como si fuera el Mick Jagger local. Con sus primeras experiencias musicales comenzó a forjar una carrera llena de colaboraciones con artistas como Mecano o Sabina, y nunca vio menoscabo en trabajar con quien no sabía leer partituras. “Para mí hay música buena y mala”, asegura, defendiendo siempre la sensibilidad detrás de cada nota.
A pesar del éxito rotundo que ha tenido al llevar la música clásica al gran público —con millones de discos vendidos— sigue creyendo firmemente en su misión: hacer accesible la música para todos. Su enfoque innovador le permitió conectar géneros tradicionales con ritmos modernos; algo que muchos veían imposible hasta entonces.
Hoy por hoy, Cobos se siente afortunado por haber vivido esos momentos estelares y reconoce que el camino hacia el éxito está salpicado tanto por la suerte como por el esfuerzo constante. Su mensaje a las nuevas generaciones es claro: «No hagan reguetón si no quieren hacerlo, pero aprendan a venderse como lo hace Bad Bunny». Al final del día, lo más importante es encontrar tu propia voz y usarla para conectar con los demás.