En París, el juicio por el famoso robo a Kim Kardashian ha acaparado titulares y ha desatado pasiones. Desde que la socialité estadounidense llegó a la ciudad el pasado 13 de mayo para declarar como víctima del asalto ocurrido en 2016, las especulaciones no han cesado. En aquel fatídico octubre, Kim fue víctima de un ataque brutal en su propio aparthotel, donde un grupo de criminales, conocidos ahora como los ‘abuelos ladrones’, la asaltó a punta de pistola.
Un plan frío y calculador
La fiscalía francesa ha dejado claro que no hay lugar para dudas: todos los acusados son culpables. “Sé que ocho de los diez se declaran inocentes, pero mi convicción es firme”, afirmó con contundencia la fiscal Anne-Dominique Merville ante el tribunal. Estos hombres, con más de 60 años a cuestas y una larga historia delictiva, están acusados de robos a mano armada y secuestros, delitos que podrían llevarlos hasta 30 años tras las rejas. Sin embargo, su edad juega un papel importante en el juicio; parece que están más cerca del retiro que de la cárcel.
Los detalles sobre cómo operan son escalofriantes. “Llevan capucha y guantes; su objetivo es atar y retener”, explicó Merville con desprecio. Entre ellos hay quienes padecen enfermedades graves; Didier Dubreucq está recibiendo quimioterapia mientras enfrenta al tribunal, mientras Yunice Abbas lidia con el párkinson. Pero quizás el más notable sea Aomar Aït Khedache, quien además de ser prácticamente mudo y sordo tiene problemas urinarios que complican aún más su situación.
La fiscalía solicita diez años para estos dos cabecillas del robo; uno incluso escribió un libro titulado ‘Yo secuestré a Kim Kardashian’. “Como él mismo dice en sus páginas, llega un momento en que hay que pagar por lo hecho”, sentenció el fiscal general.
Sin embargo, lo más impactante es el impacto psicológico del asalto sobre Kim. La noche del 3 de octubre le robaron joyas valoradas en nueve millones de euros; entre ellas estaba su anillo de compromiso. Pero eso es solo una fracción del horror vivido: “Pensé que me iban a matar”, confesó entre lágrimas durante su declaración. Ahora vive con miedo y sigue asistiendo a terapia para superar ese trauma.
Desde aquel día, nada ha vuelto a ser igual ni para ella ni para París. La capital francesa ha intensificado las medidas de seguridad alrededor de celebridades e influyentes tras este escándalo mediático.
A medida que se acerca el veredicto final programado para el próximo 23 de mayo, queda claro que este caso ha dejado huella tanto en sus víctimas como en la imagen pública misma del crimen organizado.