Imagina un lunes cualquiera, con ese ambiente gris y monótono de la oficina, y de repente, ¡zas! Te encuentras con Enrique Vila-Matas en el ascensor. Lleva Montevideo bajo el brazo, porque su última obra aún huele a nuevo. Al fondo del pasillo, unos compañeros ya están afilando lápices para tomar notas y subrayar lo importante. ¿Sant Jordi a domicilio? ¡Mejor que eso!
La lectura como refugio
«Estuvo muy bien, fue surrealista pero divertido», cuenta uno de los empleados de la Fundació La Caixa que ha disfrutado del club de lectura organizado por la entidad durante los últimos años. Aquí, el placer por leer se ha transplantado a este Vietnam laboral lleno de despachos y reuniones interminables; donde antes un libro era considerado una distracción, ahora se celebra como un aliado inesperado.
A Vila-Matas le intrigaba qué encontraría en este entorno tan corporativo. «Entendía lo del club de lectura, pero en una empresa me desconcertaba un poco», comenta entre risas. Pero el resultado fue sorprendente: un grupo entusiasta que disfrutó debatiendo sobre las locuras literarias que persiguen al fantasma de Cortázar.
Y es que no hay mejor manera de amenizar la pausa para comer que charlar con un autor sobre su obra. «Los escritores flipan y quienes participan acaban muy contentos», aseguran desde la fundación tras haber tenido tanto éxito que han tenido que abrir nuevas convocatorias.
A medida que crece esta tendencia, cada vez más empresas ven en los clubs de lectura una forma eficaz de potenciar el bienestar laboral. Desde el BBVA hasta Mango o AstraZeneca, todos están viendo cómo esta práctica les ayuda a conectar a sus trabajadores más allá del ámbito profesional.
Parece ser que cuando se habla de libros y lecturas, las barreras laborales desaparecen y surgen debates apasionantes sobre temas profundos como la infidelidad o la crisis existencial. Y después de una buena charla literaria… ¡quién no vuelve al escritorio con más energía!