Isabel Allende, la autora chilena que ha tocado el corazón de millones, está a punto de deslumbrarnos una vez más con su nueva novela, Mi nombre es Emilia del Valle, que llegará a las librerías este 20 de mayo. En una entrevista exclusiva con ‘Abril’, su voz se siente tan cercana como si estuviéramos charlando en un café, mientras ella comparte reflexiones profundas sobre su vida y obra.
A veces pienso en lo que significa ser salvada por un libro. Para mí, Paula, escrito en uno de los momentos más oscuros de su vida, iluminó mis días grises. Isabel no sabe que fue gracias a sus palabras que encontré consuelo; quizás por eso nunca se lo he dicho. Ahora, al hablar con ella justo antes de su visita a España, esa conexión sigue viva.
La historia detrás de las palabras
Con cada nuevo proyecto literario, Isabel parece regresar al universo familiar que creó en La casa de los espíritus. En esta ocasión, revive la tumultuosa historia de Chile durante el siglo XIX y nos ofrece una mirada fresca a temas como el exilio y la identidad. “Palabra a palabra, libro a libro, voy averiguando quién soy”, dice con una sinceridad desarmante. Es evidente que su escritura es un espejo donde se refleja su esencia más íntima.
Pero no todo es nostalgia; también hay crítica aguda sobre el mundo actual. La realidad política y social de América Latina ha cambiado desde sus inicios como escritora, pero los desafíos persisten. La represión y la búsqueda de justicia siguen siendo temas cruciales en sus relatos.
Isabel habla sin tapujos sobre feminismo y derechos humanos: “Si no estamos atentas, podemos perder lo conseguido en un abrir y cerrar de ojos”. Su voz resuena como un llamado urgente para mantenernos unidos ante cualquier amenaza. Ella es más que una narradora; es activista y defensora incansable.
A medida que compartimos esta conversación rica en emociones y vivencias personales, queda claro que Isabel Allende no solo cuenta historias; vive para contar las historias del mundo y del amor. Su legado es una invitación constante a explorar nuestras propias raíces mientras navegamos por la complejidad del ser humano.