Toca ser sinceros, y aunque nos duela, parece que Melody no va a llevarse el triunfo en Eurovisión 2025. La primera semifinal ha dejado claro que las esperanzas de España están puestas en un espectáculo que, lamentablemente, ha decepcionado. Desde el principio, la actuación prometía mucho, pero fue más bien como un mal sueño; esos que empiezas a tener al ver cómo todo se desmorona. La realización de la actuación fue como un rompecabezas sin piezas encajadas: una mezcla entre lo estrafalario y lo incoherente, pero donde la artista siempre brilla con su magnetismo.
¿Un espectáculo digno de verbena?
La verdad es que el resto parecía sacado de una verbena típica de pueblo, sí, divertida y entretenida en su contexto, pero no para un evento como este. Si Esa diva hubiera estado compitiendo por pasar a la final, habría tenido que sudar tinta china. Comparada con los favoritos como Suecia o Albania, perdió en todos los aspectos posibles. La coreografía dejó mucho que desear; incluso durante el dance break, Melody parecía más espectadora que protagonista. Y ese truco de los bailarines saliendo de su bata de cola… ¡vaya fiasco! Hasta uno recuerda las performances de Soraya Arnelas con cariño.
Aunque RTVE ha intentado darle mil vueltas a una canción que ya no tiene nada nuevo que ofrecer desde su éxito en el Benidorm Fest, sigue sonando anticuada. Esa nueva versión del tema solo convenció a sus fanáticos más acérrimos; intentaron darle garra y acabaron frenándola aún más. Al final del día, parece que la original estaba mejor construida. A pesar del evidente desgaste del tema y su tufillo a 2005, ¿logrará rascar algunos votos? Quizás sí… o quizás no.
Mientras tanto, otros países como Suecia y Albania han sabido arriesgarse e innovar en sus propuestas. El trío KAJ rindió homenaje a las saunas con humor y ritmo pegajoso mientras reflexionaban sobre lo reconfortante que son. Por otro lado, Shkodra Electronike exploró temas profundos con ecos balcánicos en su melodía pop.
Aquí está la lección: Eurovisión premia la autenticidad. Las canciones tienen que destacar sin seguir fórmulas desgastadas ni clichés vacíos; ser únicos es clave para sobresalir entre tanta competencia. Así es como Portugal ha dado en el clavo este año: ha sabido aprovechar su escenario al máximo y eso marca la diferencia.