Tessa Hulls no es una autora cualquiera. Es más probable encontrarla en un remoto rincón de Alaska, cocinando para investigadores en el frío extremo, que sentada tras un escritorio en Nueva York firmando contratos. Su vida es una mezcla de aventura y reflexión, donde lo físico y lo mental se entrelazan. En su primera novela gráfica, ‘Alimentar a los fantasmas’ (Reservoir Books), Hulls comparte la historia de tres generaciones de mujeres marcadas por el exilio, la persecución política y la salud mental.
Un rompecabezas de recuerdos
Este libro ha sido casi diez años en proceso. Al enfrentarse a sus raíces familiares, Tessa encontró no solo historias perdidas, sino también una parte crucial de su propia identidad. «No fue mi elección contar esto; mi familia me necesitaba», dice con sinceridad. La autora revela cómo las memorias de su abuela Sun Yi, una periodista perseguida tras la revolución china, le llevaron a reconfigurar su entendimiento sobre sí misma.
A medida que excavaba en el pasado familiar, Hulls pasó de ser una extraña con ascendencia asiática a conectar con otros hijos de inmigrantes que comparten historias similares. Este libro no es solo un cómic; es un acto de resistencia contra el olvido. El dibujo tiene un estilo único: lejos del hiperrealismo, busca transmitir emociones profundas y traumas heredados.
Uno de los puntos más impactantes del trabajo es la casi total ausencia masculina en él. «La falta de hombres no es un olvido; es una declaración», explica Tessa. Ella centra la narrativa en las mujeres que sostienen la memoria familiar y cargan con el peso del pasado.
Tras publicar ‘Alimentar a los fantasmas’, Hulls se retiró nuevamente a Alaska para reconectar con la tierra y alejarse del bullicio editorial. Ahora trabaja como chef mientras planea su próximo proyecto: unir ciencia y narración visual para contar los cambios climáticos desde el Ártico hasta la Antártida.
El eco del libro sigue resonando entre lectores que ven reflejadas sus propias historias familiares dentro de sus páginas. Para Tessa, cada mensaje recibido le recuerda que esta lucha por recordar nunca estará sola: «Ahora puedo vivir sin sentirme atada al pasado».