Gabriel Frontera, figura clave en l’Escola de Música i Danses de Mallorca, compartió una anécdota fascinante: «A Holanda, un chico hizo su trabajo de fin de carrera sobre el baile en nuestra isla». ¿Quién podría imaginar que nuestros boleros mallorquines resonarían entre los canales holandeses? La cultura popular de Mallorca no solo se mantiene viva; batea con fuerza, llenando plazas y redes sociales con energía vibrante.
La Escuela que Revoluciona la Tradición
Desde 1975, l’Escola ha sido un pilar en la enseñanza del baile tradicional. Bartomeu Ensenyat, su fundador, se dedicó a investigar lo que realmente bailaban nuestros abuelos. Y así nació un nuevo sistema que permitió a generaciones enteras bailar al ritmo de nuestra historia. No solo enseñamos pasos; enseñamos a sentir y disfrutar. Hoy día, casi toda Mallorca se mueve al son de esa tradición.
Pero, ¿los jóvenes siguen interesados por la cultura popular? ¡Por supuesto! Es increíble ver cómo ese baile, que antes parecía estar condenado al olvido, ahora atrae a más gente que nunca. Recientemente organizamos una bailada en Ses Voltes con más de 400 personas disfrutando del ritmo durante horas. Esto es prueba fehaciente de que la llama está más viva que nunca.
Nos sorprende gratamente la afluencia masiva en nuestras clases; incluso hemos tenido que añadir sesiones extra para poder atender a todos los interesados. La energía es contagiosa y hay algo especial cuando ves a personas de todas las edades compartiendo esa pasión por el baile.
Nuestra participación en festivales alrededor del mundo también es fundamental. Llevar la esencia mallorquina hasta lugares tan lejanos como Egipto o Brasil nos llena de orgullo. Cuando presentamos nuestra danza, no solo mostramos movimientos; transmitimos alegría y una identidad cultural rica y profunda.
El próximo gran evento será el Cranc Illa de Mallorca Festival donde modernidad y tradición se darán la mano para demostrar que nuestra cultura tiene cabida en todos los espacios posibles. Gracias a iniciativas como esta, vemos un reconocimiento necesario hacia lo nuestro: una forma bella y valiosa que merece ser celebrada.