En el corazón del Cap Vermell Grand Hotel, el restaurante Voro se prepara para iniciar su séptima temporada, un lugar que no solo busca satisfacer el paladar, sino también dejar una huella imborrable en la memoria de sus comensales. Álvaro Salazar, su chef y alma mater, nos comparte la esencia de lo que significa este espacio: «Queremos que recuerden la experiencia como una de las mejores cenas de su vida».
Una experiencia más allá de lo gastronómico
Desde hace años, Voro se ha posicionado como el referente indiscutible de la alta cocina en Mallorca. Aquí, cada plato es fruto de un esfuerzo colectivo donde todos los miembros del equipo ponen su pasión al servicio del arte culinario. Y no son los chefs quienes acaparan el protagonismo; son los clientes quienes realmente importan. Según Salazar, «no vienen a vernos a nosotros, sino a disfrutar de la comida y la compañía».
La velada comienza a las ocho en punto con un ambiente cargado de expectativa. El equipo trabaja con precisión desde temprano, creando platos que van más allá del simple acto de comer. Por ejemplo, este año han reinventado un clásico: un buñuelo frito hecho con cerdo ibérico tras múltiples ensayos hasta dar con la textura perfecta que atrapa cada matiz del guiso.
Cada bocado está pensado para ser memorable; así lo demuestra su homenaje a la ensalada de perdiz escabechada típica de Jaén, con sabores y texturas cuidadosamente equilibrados. «El esfuerzo vale la pena», asegura Salazar mientras menciona las horas dedicadas a perfeccionar cada receta.
No solo se trata de comida; es toda una experiencia sensorial donde incluso el servicio juega un papel crucial. Con una atención meticulosa liderada por Rodolfo Antonelli, se busca ofrecer una armonía perfecta entre plato y bebida sin abrumar al cliente con información excesiva. Al final de la cena, los comensales pueden llevarse un recuerdo en forma de fichas ilustrativas que cuentan historias sobre lo degustado esa noche.
Aunque Voro recibe visitantes internacionales ansiosos por probar estas maravillas culinarias, cada vez son más los mallorquines y turistas locales que buscan vivir esta experiencia única en su propia isla. En definitiva, aquí se busca más que llenar estómagos; se anhela crear recuerdos que perduren en el tiempo.