En la soleada Palma, Tià Jordà, director artístico del Circ Bover, se detiene a reflexionar sobre un viaje que comenzó hace dos décadas. Con una sonrisa nostálgica y la mirada brillante, comparte cómo este proyecto ha transformado el concepto de circo en la isla. «Dimos a conocer en Mallorca el circo contemporáneo», afirma con orgullo mientras se prepara para la apertura del Circaire, un evento que celebra su décimo aniversario.
De sueños y desafíos
Jordà recuerda aquellos primeros pasos como si fueran ayer. Cuando él y su equipo lanzaron su primera carpa por toda Mallorca, estaban convencidos de que podían cambiar las cosas. “Empezamos cuando no había nada”, dice. El público estaba acostumbrado a espectáculos donde los animales eran protagonistas, pero ellos tenían una idea diferente: un circo sin crueldad y lleno de arte.
Los inicios fueron duros, claro. La nostalgia lo envuelve al recordar el viaje a Marsella para traer esa carpa tan esperada. “Ese trayecto en barco y luego en furgoneta nos llenó de energía”, confiesa con entusiasmo. Y así fue como nació el Circ Bover, con su primer espectáculo ‘Ca nostra’, que llenó el polideportivo de Sineu durante tres noches seguidas.
Con el paso del tiempo, han logrado crear espacios inclusivos donde todos pueden disfrutar del arte circense. Proyectos solidarios y colaboraciones con escuelas han florecido, mostrando que su compromiso va más allá de entretener; buscan educar y conectar con la comunidad.
Pero ¿cómo se mantiene viva la llama después de tanto tiempo? «La clave está en no perder nunca la ilusión», revela Jordà. A pesar de los momentos difíciles —en los que llegó a pensar en cerrar todo— siempre encontró motivos para seguir adelante, porque sabe que su pasión es contagiosa.
Este domingo, durante el Circaire, rendirán homenaje a todas las personas que han estado junto al circo durante estas dos décadas. No hay duda: el Circ Bover ha dejado huella en Mallorca y sigue mostrando al mundo lo mejor del circo contemporáneo.