El pasado viernes, el Teatre Principal de Palma se convirtió en el epicentro de la emoción musical gracias a la Oquestra Simfònica de Balears. Bajo la batuta del director Sascha Goetzel y con la virtuosa violinista Alexandra Conunova, el programa nos llevó desde las profundidades dramáticas de Brahms hasta las vibrantes notas de Beethoven, pasando por la fascinante obra de Korngold. Un auténtico viaje sonoro.
Una Noche Inolvidable
La noche comenzó con la Obertura Trágica de Brahms, donde Goetzel demostró su destreza al lograr un equilibrio sonoro impresionante. La transición hacia el Concierto para violín de Korngold fue mágica. Este compositor, amante del cine y refugiado en Estados Unidos, nos regaló una pieza que combina lirismo y un toque cinematográfico que cautivó al público. Conunova brilló en su interpretación; su sonido cálido envolvió cada rincón del teatro, aunque hubo momentos en los que parecía más centrada en seguir la partitura que en dejarse llevar por la música.
Pero lo mejor estaba por llegar: cuando sonó la Tercera Sinfonía, también conocida como Heroica de Beethoven. Goetzel ofreció una lectura llena de energía y fluidez, extrayendo cada matiz de la orquesta. Los músicos se fusionaron como uno solo mientras contaban la historia épica del héroe anónimo que atraviesa aventuras desgarradoras hasta su inevitable final. La Marcha Fúnebre resonó con una intensidad serena que dejó sin aliento a los asistentes.
Aún así, me quedó una inquietud: ¿qué hacían esas fundas metálicas sobre el escenario? A veces me pregunto si no podían guardarlas fuera de vista durante el concierto. Pero eso es otro tema. Lo realmente importante es cómo esta velada nos recordó el poder transformador de la música, capaz de tocar nuestras almas y hacer vibrar nuestros corazones.