La noche del pasado domingo, un profundo silencio se apoderó de Latinoamérica. La noticia del fallecimiento de Mario Vargas Llosa, ese gigante de las letras iberoamericanas, recorrió el continente como un eco que recordaba su grandeza. A sus 89 años y después de una vida dedicada a la literatura y la política, este maestro dejó un legado imborrable que nos hace sentir el vacío que deja un verdadero genio.
Nacido en Arequipa el 28 de marzo de 1936, Vargas Llosa fue mucho más que un escritor; fue un innovador en la novela realista y un ferviente defensor de la libertad. Se despidió en Lima, dejando atrás obras como Conversación en la Catedral y La Ciudad y los Perros, que siguen alimentando nuestra imaginación. Él mismo solía decir: «Los libros me han dado ese sueño infinito que tienen los niños…» Y con esa pasión por contar historias, trascendió generaciones.
Un adiós lleno de homenajes
Tras su partida, sus hijos anunciaron a través de redes sociales que no habría ceremonia pública. Sin embargo, eso no impidió que amigos y admiradores comenzaran a rendirle tributo desde temprano. El bohemio distrito limeño de Barranco se convirtió en escenario para aquellos que querían darle el último adiós al hombre que fue descrito por su colega Alfredo Bryce Echenique como «el peruano de todos los tiempos».
No solo escritores lloran su ausencia; también figuras políticas se manifestaron. La presidenta del Perú, Dina Boluarte, expresó su lamento profundamente sentida: «Su genio intelectual permanecerá como legado imperecedero para las futuras generaciones». Mientras tanto, otros líderes latinoamericanos, como los expresidentes uruguayos e colombianos resaltaron la huella indeleble que dejó en nuestras vidas y culturas.
Mientras las palabras fluyen entre lágrimas y recuerdos compartidos, queda claro: Mario Vargas Llosa no solo nos regaló historias; nos enseñó a soñar despiertos. Su voz seguirá resonando entre nosotros.”