En una charla reveladora, la psicóloga Anna Romeu, autora del libro Soy sensible, nos invita a reflexionar sobre cómo los hombres con alta sensibilidad (PAS) navegan en una sociedad que frecuentemente les da la espalda. Este rasgo, que afecta a cerca del 20% de la población, no solo implica ser emocionalmente receptivo, sino también experimentar el mundo de manera más intensa a través de todos nuestros sentidos. A menudo, se sienten como peces fuera del agua.
La sensibilidad es un rasgo, no un trastorno
Anna nos explica que la alta sensibilidad no es algo que se elige ni un signo de debilidad; es simplemente parte de la personalidad. «El problema radica en el entorno», dice ella. Si uno crece rodeado de críticas y falta de comprensión, puede desarrollar problemas como ansiedad o depresión en la adultez. Y es que los hombres sensibles enfrentan un doble desafío: además de lidiar con su naturaleza introspectiva y empática, son constantemente presionados por normas sociales que consideran la sensibilidad como una ‘debilidad femenina’. ¿Por qué llorar o disfrutar de la poesía debería ser visto como algo negativo?
Romeu señala que muchos hombres sienten la necesidad de esconder su verdadera esencia para encajar. Se ven obligados a actuar como ‘machos’ y sofocan sus emociones. Esto crea una lucha interna desgastante; están atrapados entre lo que sienten y lo que creen que deberían sentir.
Los prejuicios abundan y afectan incluso al ámbito médico. Muchos profesionales aún ignoran cómo tratar adecuadamente a quienes presentan este rasgo. «No todo lo diferente debe ser etiquetado como patológico», advierte Anna. En el sector educativo también hay mucho por hacer; detectar estas sensibilidades desde pequeños puede cambiar vidas enteras.
Así, cada vez más padres buscan respuestas sobre sus hijos sensibles porque saben que un buen acompañamiento les permitirá crecer felices y sanos mentalmente. Sin embargo, las estadísticas siguen mostrando un alto índice de malestar entre estos jóvenes si son ignorados o malinterpretados.
Al final del día, entender y aceptar nuestra propia sensibilidad puede ser liberador. Si tan solo pudiéramos enseñarle al mundo entero lo importante que es aceptarnos tal cual somos, quizás esos hombres sensibles dejarían de ocultarse detrás de fachadas frías e insensibles. Porque sí: todos tenemos derecho a sentir sin miedo al juicio ajeno.