En una charla íntima y sincera, Leiva se abre sobre su nuevo disco Gigante, un trabajo que no busca competir en la radio, sino conectar de verdad. El músico madrileño, conocido por su cercanía y autenticidad, nos comparte sus sentimientos sobre este lanzamiento que presentará el próximo 8 de noviembre en el Palau Sant Jordi. ¿De qué va todo esto? De encontrar el equilibrio entre las expectativas y la realidad.
El peso de ser gigante
Cuando habla de ese «temblor gigante» que menciona en su canción titular, es como si estuviéramos escuchando a un amigo en confianza. Leiva confiesa que esa palabra ha estado presente en su vida últimamente, reflejando no solo los grandes aforos a los que se enfrenta, sino también las enormes responsabilidades que vienen con ellos. “Cada vez me siento menos preparado”, dice, revelando esa vulnerabilidad que muchos artistas suelen ocultar.
Pero hay algo más profundo detrás de su música. “No es para competir”, repite con firmeza cuando compara su trabajo con las superestrellas del pop actual. Asegura que lo importante es contar historias que resuenen, más allá del ruido y la distorsión. Es una visión refrescante en un mundo donde lo superficial parece reinar.
Aunque ha grabado parte del álbum en Texas -un lugar donde la magia analógica florece-, lo esencial para él son las vivencias y emociones detrás de cada letra. Una canción especialmente significativa es Caída libre, junto a Robe Iniesta; una colaboración nacida tras muchas conversaciones sinceras sobre crisis personales y esos momentos oscuros que todos hemos vivido.
Su conexión con el público es palpable; Leiva nunca quiso ser una megaestrella global desde el principio. Al contrario, él buscaba conectar primero con quienes lo rodean: amigos y vecinos. Y ahí radica su auténtica grandeza: ser fiel a uno mismo mientras navega por aguas cada vez más turbulentas.
A medida que avanza la conversación, surgen temas como la disolución de Pereza o sus colaboraciones pasadas con otros grandes como Joaquín Sabina e Iván Ferreiro. Aunque siente cierta carga por el éxito personal frente al camino de Rubén Pozo, deja claro que no hay rencor: “Es parte del viaje”. Al final del día, Leiva sigue siendo ese chico del barrio cuyas letras siguen tocando corazones.