En el corazón de Madrid, un escaparate se ha transformado en algo más que un simple espacio comercial. Durante trece días, Xavibo, un artista mallorquín, ha decidido convertir una vitrina de cristal en su hogar y escenario. El músico no solo se encierra; desnuda su intimidad ante la mirada curiosa y constante de los transeúntes. Dormir, comer, pensar… todo está a la vista. Su propuesta es una reflexión profunda sobre la soledad en este mundo tan conectado, donde parece que nadie tiene tiempo para nada.
Una experiencia que incomoda y provoca reflexión
A través de su diario en Instagram, Xavibo documenta cada momento de esta aventura. Habla de esa vigilancia constante, del intento fallido de conexión a través del cristal, y cómo el aburrimiento puede ser tanto un enemigo como un espejo que le refleja su propia soledad. “Me he sentido muy solo hoy”, comparte con sinceridad. Sin embargo, conforme pasan los días, hay una evolución palpable: “Siento que estoy mucho más entregado a mi yo interior”.
Muchos ven en esto una exploración artística valiente; otros lo ven como una mera estrategia publicitaria disfrazada. Después de todo, este no es su primer acto provocador: desde disfrazarse de Papá Noel hasta simular ser la novia fugaz en conciertos para solteros. Su historial hace surgir preguntas sobre dónde acaba el arte y comienza la autopromoción.
No obstante, también hay controversia: algunos han señalado similitudes con el trabajo de Andrea Roma, quien realizó una acción similar en Barcelona. ¿Es plagio o coincidencia creativa? La respuesta depende del ojo crítico que observe.
Xavibo ha abierto un debate necesario sobre la exposición y el vacío emocional que podemos sentir incluso rodeados de gente. Su performance es cruda y honesta: nos muestra al hombre tras el artista —en pijama, soñando y sintiendo cansancio— mientras invita a todos a mirar dentro del escaparate sin filtros.